No basta con orar, hay que levantarse y edificar

Viviendo en piloto automático o con propósito

A veces nos acostumbramos tanto a la rutina que avanzamos en la vida sin ser realmente conscientes del propósito de Dios. Es como cuando conduces y llegas a tu destino sin recordar el trayecto. Podemos entrar en un estado donde simplemente seguimos adelante. Nos dejamos llevar por la rutina, por el “status quo”, por la comodidad de caminar en lo conocido. Y, sin darnos cuenta, perdemos el sentido de propósito.

Pero Dios no nos ha llamado a vivir sin propósito. Nos ha dado una misión, una razón para estar aquí. En la historia de Nehemías encontramos a alguien que se rehusó a quedarse inerte y decidió levantarse y actuar.

Nehemías no era sacerdote, profeta ni rey. Era solo el copero del rey, un trabajo importante. Sin embargo, cuando escuchó lo que sucedía en Jerusalén, algo dentro de él se despertó.

“Entonces les conté cómo la bondadosa mano de mi Dios había estado conmigo, y relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron: «¡Manos a la obra!» Y unieron la acción a la palabra.”
Nehemías 2:18 (NVI)

Nehemías entendió algo importante: cuando Dios pone una carga en nuestro corazón, no es para ignorarla, sino para que nos levantemos y hagamos algo con ella.

Dios pone una carga en nuestro corazón para llevarnos a la acción

Cuando Nehemías recibió noticias sobre la condición de Jerusalén, no fue indiferente.

“Llegó Hananí, uno de mis hermanos, junto con algunos hombres de Judá. Entonces les pregunté por el resto de los judíos que se habían librado del destierro y por Jerusalén. Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego». Al escuchar esto, me senté a llorar. Hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.”
Nehemías 1:2-4 (NVI)

Nehemías sabía de la destrucción de Jerusalén, pero cuando escuchó el reporte, fue como si Dios abriera sus ojos. Algo dentro de él no pudo ignorarlo. Dios muchas veces nos inquieta y coloca una carga. Puede ser una persona que necesita ayuda, una situación en nuestra iglesia, algo en nuestra comunidad. No podemos pasar por alto esas cargas como si fueran simples pensamientos.

Si algo en nuestro corazón nos duele de manera constante, si sentimos un peso en nuestra alma por algo que necesita cambiar, sin duda es que Dios nos está llamando a hacer algo al respecto. Pero aquí está la clave: no basta con sentir la carga, hay que responder a ella correctamente.

Podemos estar apasionadamente equivocados

Cuando algo nos conmueve, nuestra primera reacción muchas veces es movernos rápido, con ímpetu y pasión. Pero hay una gran diferencia entre ser apasionado y estar en la voluntad de Dios. Podemos estar apasionadamente equivocados.

Cuando hablamos de pasión, es inevitable no pensar en Pedro. Él tenía una gran pasión por Jesús, pero su emoción no siempre estaba alineada con la voluntad de Dios.

“Pedro le respondió: —Aunque todos te abandonen, yo jamás lo haré.
—Te aseguro —le contestó Jesús— que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.” Mateo 26:33-34 (NVI)

Pedro estaba convencido de que nunca negaría a Jesús. Su pasión era real, pero no estaba basada en convicción. Y cuando llegó el momento de la prueba, su pasión no fue suficiente para sostenerlo.

Muchas veces nos sentimos apasionados por algo, pero si no lo hemos sometido a la oración, podemos estar moviéndonos en la dirección equivocada. Nehemías nos muestra que la pasión debe estar acompañada de oración, claridad y convicción.

La oración cambia la frustración en convicción

Cuando Nehemías sintió la carga por Jerusalén, no actuó de inmediato.

“Señor, Dios del cielo, Dios grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos: Te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel.” Nehemías 1:5-6 (NVI)

Nehemías no se dejó llevar por sus emociones. Primero oró. La oración es el lugar donde Dios alinea nuestras emociones con su propósito. Si actuamos solo por emoción, nos desgastaremos rápidamente. Pero cuando oramos, Dios transforma nuestras emociones en convicciones firmes.

La preparación es clave – No basta con buenas intenciones

Nehemías oró y se preparó antes de actuar. Él entendía que el llamado de Dios no se pone en marcha con emociones momentáneas, sino con estrategia y planificación.

“Entonces oré al Dios del cielo y respondí al rey: —Si a Su Majestad le parece bien y si este siervo suyo es digno de su favor, le ruego que me envíe a Judá para reedificar la ciudad donde están los sepulcros de mis antepasados.” Nehemías 2:4-5 (NVI)

Dios espera que nos preparemos para la obra que nos ha llamado a hacer.

Si Dios ha puesto algo en tu corazón, hazte estas preguntas:

  • ¿Estoy orando por esto?
  • ¿Estoy aprendiendo y preparándome para lo que viene?
  • ¿Estoy listo para cuando Dios abra la puerta?

El momento de levantarte y edificar

Después de orar y prepararse, Nehemías accionó.

“Entonces les conté cómo la bondadosa mano de mi Dios había estado conmigo, y relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron: «¡Manos a la obra!» Y unieron la acción a la palabra.” Nehemías 2:18 (NVI)

Muchos se quedan atrapados en la oración y planificación porque temen al fracaso o a la oposición. Pero si Dios nos ha dado la visión, también nos capacitará para dar el siguiente paso.

Si Dios te ha llamado a hacer algo, no puedes permitir que el temor o la duda te mantengan inmóvil. Es tiempo de levantarse y edificar.

Muévete

Todos hemos sentido en algún momento esa carga en el corazón, esa inquietud que no nos da tranquilidad. Vemos algo que necesita cambiar, sentimos que Dios nos está llamando a hacer algo, pero las dudas nos frenan:

  • “¿Y si no soy la persona indicada?”
  • “¿Y si fracaso?”
  • “¿Y si alguien más debería hacerlo?”

Nehemías también pudo haber pensado de esa manera. Él no sabía de construcción, no era un líder militar, no tenía experiencia en reconstrucción de muros. Pero entendió algo clave: no se trataba de su capacidad, sino de la mano de Dios sobre su vida.

A veces nos detenemos esperando sentirnos listos, esperando que todo esté perfectamente alineado para entonces poder actuar. Pero si Dios ha puesto algo en tu corazón, no necesitas poseer todas las respuestas para comenzar.

“¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga tener fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?” Santiago 2:14 (NVI)

Dios ya ha puesto anhelos en tu corazón. Es tiempo de levantarse. Dios está contigo.

“El que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.”
Filipenses 1:6 (NVI)

Si Dios te llamó, Él también te equipará. Solo confía y da el primer paso.

Comparte el blog:

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *