En la Biblia, menguar implica rendirnos completamente a Cristo y permitir que Él sea el centro de nuestras vidas. Juan el Bautista lo expresó claramente: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Para los creyentes, esto significa que nuestras decisiones y prioridades deben reflejar la voluntad de Dios, aunque signifique renunciar a nuestros propios deseos. Menguar es reconocer que nuestra verdadera satisfacción y propósito se encuentran en servir y glorificar a Dios.
Muchas personas han confundido el concepto de menguar, asumiendo que para ser aceptados debemos buscar encajar. Esta es una percepción errónea que puede llevarnos a intentar conformarnos a las expectativas de los demás, en lugar de centrarnos en nuestra relación con Dios. Tratar de ganar la aceptación de otros aunque eso nos cueste renunciar a nuestro propósito es un peligro sutil que debemos evitar.
Encogerse para encajar es un peligro sutil.
La necesidad de encajar puede llevarnos a reducir nuestro potencial para ajustarnos a lo que otros pueden aceptar. La presión de conformarnos a las expectativas de los demás puede hacernos renunciar a nuestro propósito. Tratar de ganar la aceptación de otros, aunque eso nos cueste renunciar a nuestro propósito, puede causar ansiedad y estrés. En lugar de buscar la aprobación de las personas, debemos recordar que nuestra verdadera identidad y valor provienen de Dios.
La búsqueda constante de aprobación puede parecer una forma de evitar conflictos y ganar aceptación, pero en realidad, nos encierra en una prisión que nos impide ser auténticos. Adaptar nuestras creencias y decisiones para satisfacer a los demás nos hace perder de vista quiénes somos y a quién pertenecemos. En su carta a los Gálatas, Pablo enfatiza que buscar la aprobación de los hombres es incompatible con ser siervo de Cristo. Antes de su conversión, Pablo buscaba agradar a las autoridades religiosas y ganarse su favor, pero al encontrarse con Cristo, entendió que su lealtad y esfuerzos debían centrarse en agradar a Dios, no a los hombres. Esto nos recuerda que nuestra primera responsabilidad es con Dios y Su llamado en nuestras vidas, y no con las expectativas cambiantes de quienes nos rodean.
No podemos buscar la aprobación de todos, ya que es un esfuerzo que solo nos lleva al desgaste emocional. La cultura actual, con su tendencia a cancelar y juzgar rápidamente, subraya la imposibilidad de complacer a todos. En Cristo, ya tenemos la aprobación que realmente importa. Estamos llamados a vivir en la libertad que nos ofrece, siguiendo y sirviendo a Dios, quien nos guía con amor.
Seguir a Cristo inevitablemente nos traerá oposición. Jesús fue rechazado y despreciado, y debemos estar preparados para enfrentar algo similar. Es crucial asegurarnos de que cualquier oposición que enfrentemos sea por razones justas: defender la verdad y la justicia en un mundo que a menudo las rechaza. Dios favorece a aquellos que sufren persecución por Su causa, y ninguna adversidad podrá separarnos de Su amor.
La verdadera libertad en Cristo nos permite servir a los demás sin estar esclavizados a su aprobación.
La verdadera libertad en Cristo nos permite servir a los demás sin estar esclavizados a su aprobación. Pablo es un ejemplo de cómo adaptar su comportamiento para evitar poner obstáculos al evangelio. En 1 Corintios 9:22-23, Pablo explica que se convirtió en “todo para todos” con el fin de salvar a algunos. Sin embargo, esto no significaba que comprometiera sus principios o el mensaje del evangelio. Más bien, Pablo ajustaba su comportamiento y estilo de vida para no poner barreras innecesarias al evangelio, demostrando flexibilidad cultural sin renunciar a su integridad.
Figuras bíblicas como Juan el Bautista, Daniel y Pablo nos muestran cómo seguir el propósito de Dios a pesar de las expectativas humanas. Juan el Bautista confrontó a los líderes religiosos de su tiempo sin preocuparse por complacerlos. Daniel se mantuvo firme en su fe, incluso cuando fue arrojado al foso de los leones por negarse a adorar a otros dioses. Pablo enfrentó innumerables persecuciones y dificultades por proclamar el evangelio, demostrando su compromiso inquebrantable con Cristo.
Dios nos llama a vivir según Su propósito, no para complacer a los demás. Nuestra identidad y valor provienen de Dios, quien nos guía y nos fortalece. Al buscar Su aprobación, encontramos verdadera libertad y propósito en Cristo. Esto nos libera de la presión de encajar y nos permite vivir con autenticidad y convicción. Sigamos adelante, seguros de que al vivir según la voluntad de Dios, estamos en el camino correcto, experimentando la paz y el propósito que Él tiene para nosotros.