A todos nos han puesto etiquetas en algún momento de nuestras vidas. “Fracasado”, “impuro”, “enfermo”, “indigno”, “iracundo”, “pecador”. A veces, esas etiquetas parecen definirnos, marcando lo que otros ven en nosotros, e incluso lo que llegamos a creer de nosotros mismos. Tal vez has sentido que tu historia ya está escrita, que los errores del pasado te han dejado atrapado en un ciclo del que es difícil salir. Pero no estás solo.
La Biblia está llena de historias de personas comunes, personas que cargaron con etiquetas duras, que enfrentaron momentos de quebranto y desesperanza. Y sin embargo, Dios, en Su inmenso amor, reescribió sus historias, transformándolas de maneras asombrosas. Dios no solo ve nuestras fallas o debilidades; Él ve lo que podemos llegar a ser a través de Su gracia.
Rahab, una mujer conocida por su vida como prostituta, vivía con una etiqueta que la definía ante su comunidad. Pero Dios vio algo más en ella: una fe dispuesta a arriesgarlo todo por un propósito mayor. Su historia no terminó en Jericó; fue transformada, convirtiéndose en parte del linaje de Jesús, y es recordada en Hebreos 11 como un ejemplo de fe. Rahab pasó de ser “la prostituta” a ser una heroína de la fe, mostrando que nuestras etiquetas no limitan el poder de Dios.
Pedro era impulsivo, rápido para hablar y actuar, y conocido por negar a Jesús tres veces. A pesar de esto, Jesús no lo definió por sus fallas. En lugar de eso, le confió una gran responsabilidad: ser la roca sobre la cual edificaría Su iglesia. Pedro, el hombre que negó a su Salvador, se convirtió en un líder valiente y fundamental para el crecimiento de la iglesia primitiva.
Pablo, antes conocido como Saulo, era un perseguidor feroz de los cristianos. Su historia también podría haber terminado en oscuridad, pero Dios tenía otros planes. En su camino a Damasco, Pablo tuvo un encuentro transformador con Jesús, que cambió por completo el rumbo de su vida. Pasó de ser un enemigo de la iglesia a ser uno de sus mayores defensores, llevando el mensaje de Cristo a muchas naciones. La etiqueta de “perseguidor” fue reemplazada por la de “apóstol de la gracia”.
Mateo, el recaudador de impuestos, también cargaba con la etiqueta de “traidor” y “ladrón” debido a la naturaleza de su trabajo. Recaudar impuestos para los romanos y enriquecerse a costa de su propio pueblo lo hizo ser despreciado. Sin embargo, Jesús lo llamó a ser uno de sus discípulos, transformando su vida y su propósito. Mateo pasó de ser un cobrador de impuestos a ser un escritor del Evangelio, llevando la buena noticia a muchos.
Estas historias nos muestran que Dios es experto en reescribir vidas. No importa cuán rotos nos sintamos, Dios ve más allá de nuestras etiquetas y fallas. Él nos llama a vivir una nueva vida, llena de propósito y esperanza.
Hoy en día, muchos de nosotros seguimos luchando con etiquetas que nos hieren profundamente. Tal vez te identificas con “depresivo” como Elías, o te consideras “impuro” por errores pasados. Estas etiquetas pueden hacernos sentir atrapados, pero Romanos 8:1 nos asegura que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. A través de Cristo, nuestras etiquetas de dolor y fracaso son reemplazadas por la gracia y la redención.
El reto no es solo permitir que Dios nos libere de nuestras propias etiquetas, sino también aprender a no poner etiquetas en los demás. Es fácil juzgar a otros por lo que vemos en la superficie, sin darnos cuenta de que Dios está obrando en sus vidas. Jesús nos enseña a mirar más allá de las apariencias y a ver el potencial redentor en cada persona. Mateo 7:1-5 nos advierte sobre el peligro de juzgar sin antes examinar nuestras propias fallas, recordándonos que necesitamos la misma gracia para ver a otros como Dios los ve.
No se trata solo de evitar el juicio, sino de convertirnos en personas que ayudan a otros a despojarse de sus etiquetas. ¿Cómo podemos ser instrumentos de esperanza y restauración? Al ver con los ojos de Cristo, al creer en el poder transformador de Dios en la vida de los demás, y al ofrecer apoyo y amor en lugar de juicio.
El arte japonés del Kintsugi, en el que las grietas de una cerámica rota son reparadas con oro, es una metáfora poderosa de cómo Dios trabaja en nuestras vidas. Él no solo repara nuestras heridas, sino que las convierte en una parte hermosa de nuestra historia, haciendo que brillen con Su gracia. Lo que el mundo ve como una debilidad, Dios lo usa para mostrar Su poder redentor.
Dios no solo quita nuestras etiquetas; nos da una nueva vida en Cristo. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Esto significa que, aunque nuestras acciones tengan consecuencias, la gracia de Dios es más grande que cualquier error que hayamos cometido. Él nos ha creado con un propósito, y nos llama a vivir de acuerdo con ese propósito, siendo testigos de Su amor y poder en el mundo.
No importa cuán marcados estemos por nuestro pasado, Dios nos ofrece la oportunidad de un nuevo comienzo. Él es capaz de cambiar nuestras etiquetas y darnos una nueva identidad en Cristo. Así como lo hizo con Rahab, Pedro, Pablo y Mateo, Dios puede hacer lo mismo contigo. Permítele reescribir tu historia, quitando las etiquetas del pasado y dándote una nueva vida llena de propósito y esperanza.
Oración: Señor, te entrego las etiquetas que me han definido y te pido que las reemplaces con Tu verdad. Ayúdame a ver mi vida y la vida de los demás con los ojos de Tu gracia. Reescribe mi historia, Señor, y guíame hacia el propósito que has preparado para mí. En el nombre de Jesús, Amén.