Vivimos en una época en la que estamos constantemente bombardeados por distracciones. La tecnología, las responsabilidades laborales, las preocupaciones familiares y las expectativas sociales compiten por nuestra atención, alejándonos del propósito central de nuestra devoción a Dios. Como dice Colosenses 1:16, fuimos creados para conocer, disfrutar y glorificar a Dios, pero ¿cuántas veces nos encontramos desviados por las preocupaciones diarias?
Las preocupaciones han aumentado dramáticamente en las últimas décadas, afectando a millones de personas en todo el mundo. La tecnología y la pandemia han exacerbado estos desafíos, creando una desconexión entre nosotros y Dios. Nos hemos aislado, y como resultado, estamos más preocupados, angustiados y deprimidos. Jesús nos advirtió sobre la preocupación en Mateo 6:25-26: “Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa?” Él nos llama a buscar primero el reino de Dios y no dejar que las preocupaciones de este mundo ahoguen la semilla de su palabra en nuestros corazones (Lucas 8:14).
Es importante reconocer que, aunque las preocupaciones pueden ser espirituales, también pueden tener una base clínica que necesita tratamiento profesional. La ayuda de un profesional de salud mental puede ser esencial para abordar estas preocupaciones de manera efectiva y saludable.
Jesús nos ofrece un camino hacia una vida libre de preocupaciones. En Lucas 12:22-31, nos insta a no preocuparnos por nuestras necesidades diarias, recordándonos que Dios cuida de nosotros como cuida de los lirios del campo. Esta promesa de provisión divina nos invita a una vida caracterizada por la paz y la confianza en Dios.
Tres prácticas para vivir sin preocupación
- Entregar nuestras preocupaciones al Señor
Filipenses 4:6-7 nos exhorta: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” No estamos destinados a vivir cargados de preocupaciones. En lugar de reprimir nuestras inquietudes, debemos entregarlas a Dios en oración, confiando en que Él es capaz y desea llevar nuestras cargas. Esto no significa que no debamos preocuparnos por nuestras responsabilidades, sino que debemos manejarlas de manera que no nos abrumen.
- Abrazar la Palabra de Dios
Debemos llenar nuestras mentes con cosas excelentes y dignas de alabanza (Filipenses 4:8). La meditación en la palabra de Dios nos proporciona anclas para nuestra alma, brindándonos paz y estabilidad en medio de las tormentas de la vida. Antes de sumergirnos en las redes sociales o las noticias, debemos sumergirnos en la verdad de la Palabra de Dios, permitiendo que moldee nuestra perspectiva y renueve nuestras mentes (Romanos 12:2). Abrazar la Palabra de Dios nos permite encontrar una nueva perspectiva para nuestras luchas, trayendo claridad y esperanza.
- Participar en la obra de Dios
No es suficiente simplemente escuchar la palabra de Dios; debemos vivirla. Pablo nos llama a poner en práctica lo que hemos aprendido y recibido (Filipenses 4:9). Al participar activamente en la obra de Dios, nos convertimos en agentes de transformación cultural, llevando la luz de Cristo a un mundo necesitado. Esto implica vivir nuestra fe de manera tangible y visible, demostrando el amor y la gracia de Dios a través de nuestras acciones diarias.
La distracción es el gran enemigo de nuestra devoción, y la preocupación amenaza nuestra intimidad con Dios. Sin embargo, el remedio para nuestras distracciones es una devoción enfocada en Dios, y el antídoto para nuestra preocupación es la intimidad con el Todopoderoso. Al entregar nuestras inquietudes a Dios, abrazar su palabra y participar en su obra, encontramos una paz que sobrepasa todo entendimiento y una vida marcada por la devoción sincera a nuestro Señor.
El camino de la preocupación a la paz comienza con un acto de entrega. No se trata de ignorar nuestras responsabilidades o problemas, sino de reconocer que no estamos solos en enfrentarlos. Dios nos invita a echar nuestras cargas sobre Él porque Él cuida de nosotros (1 Pedro 5:7). Al hacerlo, no solo encontramos alivio, sino que también fortalecemos nuestra relación con Él.
Vivimos en un mundo lleno de distracciones, pero tenemos el privilegio de elegir la devoción sobre la distracción y la paz sobre la preocupación. Que cada día podamos tomar un momento para entregar nuestras preocupaciones a Dios, sumergirnos en su Palabra y participar en su obra, confiando en que Él nos guiará y nos dará la paz que necesitamos.