Cuando no entiendo el proceso…
Hay momentos en la vida en los que sentimos que estamos recibiendo golpes por todos lados. Pruebas sorpresivas, cambios que no le pedimos a nadie, silencios de Dios que no entendemos. Todo parece fuera de control, y llegamos a preguntarnos:
“¿Por qué me está pasando esto? ¿Cuánto más voy a aguantar?”
Debes saber que Dios está obrando en ti, pero no siempre de la manera en que esperas. Él no actúa sin intención ni propósito. La obra de Dios en nosotros es tan precisa como la de un experto que sabe exactamente qué necesita ser procesado y cómo hacerlo.
En Isaías 28:27-28, Dios usa una metáfora poderosa para mostrarnos que su trato con cada persona es diferente:
“Porque no se trilla el eneldo con rastrillo ni sobre el comino se pasa una rueda de carreta, sino que el eneldo se golpea con una vara y el comino con un palo. El grano se tritura, pero no demasiado ni tampoco se trilla sin descanso. Se le pasan las ruedas de la carreta, pero los caballos no lo trituran.” (NVI)
Dios sabe exactamente cómo trabajar con nosotros. No trilla el trigo de la misma manera que lo haría con el eneldo o el comino, porque cada uno necesita un trato diferente. Lo mismo hace en nosotros.
Tal vez hoy no entiendes por qué atraviesas esta temporada tan difícil, pero hay algo que debes saber: Dios está en medio del proceso, y nada de lo que hace en tu vida es al azar.
Dios entra en nuestra complejidad y trabaja con nosotros.
Dios nos conoce de manera personal y profunda. No nos trata a todos de la misma forma, porque cada uno de nosotros es diferente. Nuestra historia, nuestras luchas y la manera en que aprendemos y los contextos de donde venimos.
En Isaías 28, Dios nos muestra algo muy poderoso: el eneldo y el comino no se procesan igual que el trigo. Cada grano necesita un método diferente para ser separado de la paja, y así también Dios trabaja con nosotros.
“Porque no se trilla el eneldo con rastrillo ni sobre el comino se pasa una rueda de carreta, sino que el eneldo se golpea con una vara y el comino con un palo.” (Isaías 28:27, NVI)
Dios, que nos ama, sabe exactamente cómo trabajar en nuestro corazón.
• Algunos necesitan procesos más suaves y graduales. Dios los lleva poco a poco, permitiendo situaciones que los moldean sin que se sientan abrumados.
• Otros necesitan una transformación más intensa. Momentos de crisis o pruebas más fuertes los llevan a depender completamente de Dios y a rendirse a su voluntad.
La realidad es que muchas veces nos cuesta entender la forma en que Él trabaja. Queremos que Dios actúe con nosotros como lo hace en la vida de otras personas, nos frustramos porque sentimos que nuestro proceso es más largo o difícil. Pero Dios no se equivoca. Él sabe qué hacer en nuestra vida, cuándo hacerlo y de qué manera lo llevará a cabo.
“El grano se tritura, pero no demasiado ni tampoco se trilla sin descanso.” (Isaías 28:28, NVI)
Tal vez hoy sientes sofocado, que la prueba no termina o que el proceso es más duro de lo que puedes soportar. Pero Dios nunca permite más de lo que puedes sobrellevar. Dios no permite más de lo que necesitamos, pero tampoco menos de lo que se requiere para transformarnos. Su objetivo no es lastimarte, sino separar en ti lo que no pertenece a su propósito.
No es un proceso apresurado, pero sí un proceso perfecto.
A veces queremos que Dios haga su obra de forma inmediata. Que cambie nuestra mentalidad rápidamente, que transforme nuestras debilidades de la noche a la mañana, que nos lleve a donde debemos estar sin demoras. Pero Dios no trabaja con prisa, Él es el experto y trabaja con precisión. Él ya nos ve como completos a través de Cristo, pero al mismo tiempo, sigue trabajando en nosotros cada día. Es un misterio hermoso: somos su obra terminada y a la vez, seguimos estando en construcción. La Biblia lo dice claramente en Hebreos 10:14:
“Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.” (NVI)
Dios ya nos hizo perfectos a través de Jesús, pero sigue puliéndonos en un proceso constante de santificación. Esto significa que aunque no lo veamos o entendamos, Dios sigue obrando en nuestra vida. Su obra en nosotros no se detiene hasta que alcancemos la plenitud de lo que ha diseñado para cada uno.
“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.” (Filipenses 1:6, NVI)
Tienes que entender que Dios no está retrasado en tu proceso. Dios sigue perfeccionando su obra en ti, y debes tener la certeza de que el que comenzó la obra en ti la perfeccionará (Filipenses 1:6).
Dios también está trabajando en los demás.
Muchas veces nos es más fácil identificar cuando Dios está trabajando en nuestra vida, pero otras veces nos cuesta aceptar que también está obrando en los otros. Podemos llegar a ser muy impacientes cuando vemos que alguien no cambia al ritmo que esperamos, llegamos a frustrarnos porque no vemos resultados inmediatos en ellos. Dios tiene paciencia con nosotros y también la tiene con los demás. Su trato es personal y Él sabe exactamente cómo transformar cada vida.
En la Biblia vemos a Pedro como un ejemplo de este proceso. Fue impulsivo, cometió errores y llegó a negar a Jesús en un momento crítico. Jesús nunca lo descartó ni se dio por vencido con él. Sabía en quién se convertiría con el tiempo y siguió trabajando en su vida hasta transformarlo en un pilar de la iglesia. Lo mismo ocurre hoy. Nuestra tarea no es entender el proceso de Dios en la vida de otros, sino confiar en que Él está obrando. Dios nos llama a ser pacientes y compasivos con el proceso de los demás.
La metáfora de Isaías 28:27-28 nos recuerda que no todos somos eneldo, comino o trigo. Cada uno de nosotros requiere un trato distinto, y Dios sabe exactamente cómo trabajar con cada persona.
“Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia.” (Colosenses 3:12, NVI)
Cada persona tiene su propio proceso de transformación, y Dios sabe exactamente cómo llevar a cabo su obra en cada uno. No te impacientes, espera confiadamente la obra poderosa que Dios hará en ellos en su tiempo perfecto.
Nada es un desperdicio en las manos de Dios.
No solo debemos aprender a ser pacientes con el proceso de Dios en la vida de otros, también debemos ser pacientes con la obra que Él está haciendo en nosotros. A veces queremos ver cambios rápidos, respuestas inmediatas y resultados automáticos, pero Dios no trabaja bajo nuestra urgencia, sino según su propósito perfecto.
Incluso las situaciones más difíciles pueden ser usadas por Dios para mostrar su gloria. Nada es un desperdicio en sus manos.
José, el hijo de Jacob, vivió esto. Fue traicionado, vendido, encarcelado y olvidado. Desde su perspectiva, su vida parecía ir en una dirección completamente opuesta al sueño que Dios le había dado. Pero cuando llegó el momento, José pudo mirar atrás y ver que Dios había usado cada prueba como una pieza clave para llevarlo a su propósito.
“Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.” (Génesis 50:20, NVI)
Dios estaba trabajando en José cuando él no lo entendía. Lo estaba formando, puliendo, preparándolo para algo mayor.
Lo mismo hace con nosotros. Cada momento de prueba, cada proceso de espera, cada cambio inesperado está moldeándonos para cumplir su propósito. Tal vez hoy no ves el propósito de lo que estás viviendo, pero llegará el día en que mirarás atrás y te darás cuenta de que Dios nunca dejó de trabajar y que todo tenía sentido en sus manos.
Confía en el proceso del Maestro. Dios sabe exactamente lo que está haciendo. Él no improvisa ni deja su obra a medias. Aunque muchas veces no entendemos el proceso, podemos confiar en que su mano sigue obrando en cada detalle de nuestra vida.
Si hoy te sientes frustrado por lo que estás viviendo, recuerda esto: Dios no está retrasado, su obra sigue en marcha. Él sabe cuánta presión aplicar, cuándo detenerse y qué áreas necesitan ser trabajadas en ti.
Así como el agricultor no trilla más de lo necesario, Dios tampoco permitirá más de lo que puedes soportar. Él es sabio, paciente y perfecto en su trato contigo.
Reflexiona en esto:
• ¿Estoy confiando en que Dios está usando este proceso para mi bien?
• ¿Estoy permitiendo que Dios complete su obra en mí sin resistirlo?
• ¿Soy paciente y compasivo con el proceso de Dios en la vida de otros?
Lo que hoy parece confuso, mañana tendrá sentido. Dios sigue moldeándote, perfeccionándote y puliéndote hasta que reflejes su gloria.
“Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.” (Isaías 64:8, NVI)
Dios es el experto. Tú eres la obra en sus manos. No te desesperes, no te rindas. Su proceso en ti es perfecto.